En esta Lima tan cambiante y desordenada es habitual que nos encontremos con rincones y paisajes que, ajenos a todo este barullo, conservan su presencia incólume, casi ignota de tan rutinaria. Adquieren una cierta calidad de invisibles. Están allí, donde parecen haber estado siempre, rodeados de un aura de inevitabilidad. Quiero que en esto no se me malentienda: estas pinceladas que el pasado nos regala son parte importante, casi imprescindible, de nuestra identidad. No porque la costumbre y la repetición, no porque la rutina y la aparente invisibilidad, les resten vigencia y presencia, son menos importantes y trascendentes. La vorágine del mundo actual, sus erráticos cambios, nos sumergen en el bosque escamoteándonos la perspectiva, la visión de conjunto, la esencia de las cosas; lo que no evita que éstas tengan esencia y que la perspectiva globalizante exista, a pesar de todo. Uno de esos monumentos casi ignorados por los millones de transeúntes que han visitado sus dominios es el Reloj del Parque Universitario de Lima. Testigo de innumerables citas amorosas, de horas incalculables de estudio, de nutridas e intransigentes manifestaciones sociales, no siempre silencioso, algunas veces exacto, el Reloj está a punto de renacer de entre sus silenciosas décadas, próximo a dar la hora permanentemente y no sólo dos veces al día. La impuntualidad de las ardientes citas ya no tendrá como excusa la falta de una hora exacta para justificar una tardanza. Y cuando sus manecillas señalen los cambios horarios de las 12 del día y la medianoche, nos recordarán que nuestra más preciada posesión patriótica es la Libertad, pues las notas del Himno Nacional hará revolotear nerviosas a las aves de diverso plumaje que anidan en la arboleda que rodea su base. Se celebraba el primer centenario de nuestra Independencia cuando el amor a nuestra acogedora Patria llevó a la comunidad alemana que había transformado nuestro terruño en su hogar luego de la Primera Guerra Mundial, obsequiar a la capital de su nuevo País de residencia este monumento al tiempo y al amor fraterno de dos pueblos. Entre el 27 de Julio y el 2 de Agosto de 1921 se colocaron las primeras piedras de diversas obras conmemorativas. Una de ellas, el después famoso Reloj del Parque Universitario, que obsequiara la colonia alemana, representada por el entonces embajador germano en nuestro País, el Barón Humboldt y un comité representativo de conocidas familias residentes como los Gildemeister, Zettel, Ledgard y Binsger. El Alcalde de Lima de entonces, el Sr. Pedro Mujica Carassa fue el que a nombre de la ciudad recibió el presente. La colocación de esta primera piedra de la Torre y el Reloj constituyó una tácita inauguración del Parque Universitario en ceremonia que bendijo el Arzobispo de Lima y que culminó dos años más tarde con la finalización de la construcción de la torre monumental que alberga este entrañable Reloj. Ochenta años han atestiguado el deterioro y algún fallido intento de reparación del mecanismo de la colosal caja de música responsable de la emisión de las notas musicales de nuestro Himno Patrio. La historia transcurrió por las piedras y el adoquinado del Parque, las aves que insisten en habitar el Parque ya se acostumbraron a los ruidos habituales de la ciudad, ellas han olvidado las notas de nuestro Himno, las bancas han olvidado, los árboles han olvidado. Con esa sensibilidad que algunos extranjeros y muy pocos peruanos tienen para apreciar la esencia de las cosas, el contenido de los paisajes, eso que se asoma entre las líneas y que constituye lo rescatable, lo permanente; después de ocho décadas, otro alemán toma la posta que ese grupo de agradecidos compatriotas suyos le dejara con su gesto. Gunter Hippauf, Gerente Técnico de la planta de A.W. Faber-Castell Peruana S.A. con residencia en el Perú por 32 años, heredero de generaciones de peritos técnicos, estuvo en el lugar y en el tiempo apropiados para escribir una página de nuestra historia. Günter tiene dos hobbies, uno es la restauración de antigüedades, relojes y cajas musicales. El otro es el de enamorarse de Lima. La recorre a pié, la observa, busca fotos de época y compara, le gusta descubrir anacronismos y olvidos. Descubrir la belleza del Parque Universitario y su unidad con la Torre y el Reloj del mismo, interesarse y enterarse de que fue una donación de sus compatriotas de otra generación, sentirse responsable de continuar el gesto, fue un proceso y una sola cosa. Visitó la Torre, estudió los problemas y deterioros del mecanismo musical del Reloj, llegó a la conclusión de que podía repararlo y empezó su periplo hacia lograrlo. Primero calculó el costo, luego convenció a su hermano el Sr. Horst Hippauf, Gerente General de A.W. Faber-Castell Peruana S.A. para que lo apoyara en el financiamiento de la aventura y finalmente se acercó a la Municipalidad de Lima. Cuando Gunther Hippauf tocó las puertas de la Municipalidad de Lima la recepción fue amable pero incrédula. Con una experiencia de décadas tratando infructuosamente que los impuestos automotores se pongan al día, con un ejército de abogados que tratan sin éxito de acabar con la secular morosidad en el pago de los impuestos al auto avalúo, a la Municipalidad de Lima, un extranjero que llega a preguntar como hace para donar US$ 20000 y su trabajo para poner en marcha nuevamente un aparato casi olvidado de nuestra capital, debe haber sonado a cualquier cosa menos a algo real. Sin embargo, allí estaba, en su medio idioma con la mirada franca y la voluntad al servicio. Dos años de cabildeos para implementar el proyecto y finalmente hemos podido escuchar las primeras pruebas del Himno Nacional emitidas por esa colosal caja de música que es el Reloj del Parque Universitario. Las anécdotas abundan. Cómo nos falta un Ricardo Palma que las plasme con maestría y humor en páginas que trasciendan en nuestra Historia. El Maestro Rafael Purisaga, destacado ex miembro de nuestra Orquesta Sinfónica Nacional, de 77 años de edad, acompañó con su violín el afinamiento de las notas golpeadas en rojas campanas centenarias. Un par de ancianos que suelen sentarse a conversar de tiempos mejores en la nocturnidad del Parque, corrieron despavoridos durante unas primeras pruebas de afinación en la creencia de que estaban penando en la Torre. «Es que aquí mataron unos estudiantes hace 25 años» dijo el más locuaz, «estaban en una marcha contra el gobierno militar, y los mataron justo cuando cantaban el Himno Nacional». ¿Qué lo movió a interesarse en el arreglo del Reloj? Le preguntamos a Günter Hippauf. «Las campanas se han hecho para sonar y los relojes para andar», «ya es triste el destino de las campanas de los buques sumergidos, por ellas poco se puede hacer. Pero por estas campanas. Es maravilloso y alegre escucharlas después de tantos años de silencio. Ojalá y mis compatriotas que las obsequiaron las puedan escuchar ahora desde el cielo». Texto y fotos: Guillermo Rivas |
__ |
![]()
|
Embajador de Suiza en Oxapampa
Aniversario
llegada al Callao
El himno nacional
La fundación de Oxapampa
Pozuzo a través de su
historia
Pozuzo – fascinante
inmigración
Pozuzo: rincón
de los alpes
Tierra prometida del Pozuzo
Ayuda humanitaria y para el desarrollo
Inmigrantes de habla alemana en el Perú
![]() |
![]() |
|
Unsere Websites |
|